Abogados mediocres y una sociedad cada vez más crédula
Lamentablemente, en esta profesión y estoy hablando de la abogacía, —como en muchas otras— abundan los incompetentes. Pero decirles solo “incompetentes” sería hasta generoso. Hay personas ejerciendo sin la menor preparación, ni ética, y lo peor: hacen lo que hacen con plena conciencia. Son verdaderos estafadores, que abusan de la confianza de quienes los consultan y terminan perjudicando gravemente a quienes, desesperados o desinformados, caen en sus manos.
En nuestra jerga, los llamamos “garcas”. O, si se quiere ir más al hueso, “caranchos”. Y no es una exageración: juegan con la vulnerabilidad de la gente, prometen soluciones mágicas y, al final, solo dejan vacío y frustración. Haciendo abuso de confianza, les hacen firmar poderes a sus clientes para poder cobrar en su nombre y, en el mejor de los casos, les devuelven una parte mínima —ínfima— de lo que realmente percibieron. Por eso, sí: son garcas.
Y este fenómeno no para de crecer. Mes a mes se multiplica, alimentado por las redes sociales y por una sociedad cada vez más crédula, donde el show vale más que el conocimiento, y donde un disfraz de profesional en TikTok tiene más impacto que alguien realmente formado. Se prioriza el entretenimiento por sobre la seriedad, el disfraz de profesional por sobre el profesionalismo real.
Está claro que el mundo cambió, que los paradigmas comunicacionales son otros y que adaptarse es parte de seguir vigente. No está mal mostrarse en redes, llegar a nuevos públicos, acercarse. Pero creo que todo tiene un límite. Y cuando el límite se cruza, lo que se pierde es la seriedad, la credibilidad y, en muchos casos, la justicia misma.
Ser profesional no es solo tener un título: es actuar con responsabilidad, con ética y con respeto hacia quienes confían en nosotros. Las redes no pueden ser excusa para el circo ni para el fraude. Como sociedad, tenemos que empezar a distinguir entre quien realmente sabe y quien solo hace ruido. Porque un verdadero profesional no tiene ni el tiempo, ni la necesidad, ni el deseo de andar haciendo pavadas en redes, creyéndose actor… y de los berretas.
Quiero pensar que todavía hay esperanza. Que aún podemos elegir bien a quién escuchar, que no todo pasa por el contenido fácil y vacío de las redes. Porque sí, es cierto que vivimos en una vorágine: el trabajo, los problemas, la rutina, la familia… y a veces llegamos tan agotados que solo queremos poner la cabeza en blanco, y ahí las redes nos atrapan con su inmediatez, su contenido fugaz y sin darnos cuenta y nos sumen en la ignorancia.
Y no está mal desconectar un rato. Lo necesitamos. Pero por favor: no perdamos lo esencial. No dejemos de leer un libro, de sentir el placer del papel y el olor de sus hojas. No dejemos de compartir tiempo real con la familia, con los hijos. Porque la vida no puede pasarse entera detrás de una pantalla.
Pero bueno, esta es solo mi humilde opinión. De alguien que no se muestra tanto en redes, que eligió ejercer la abogacía desde otro lugar, y que hoy se encuentra en stand by en esa profesión, mientras ejerce como Martillera y Corredora Pública. Otra profesión también bastardeada, con aún más show y menos contenido... pero ese será tema para otro debate.
Melisa Belén Montenegro
Abogada, Martillera y Corredora Pública